14 de julio de 2017

Poemas extraídos del libro "Poemas Imprescindibles", Ediciones Libros de la Calle, Luis Vilchez, año 2017

Poema Imprescindible 

A Mónica

Hermano entrañable de la luna,
amante amoroso de tus ojos

corro veloz
hasta el verano de tu boca...

comienzan a acortarse las distancias
con tus besos de miel y de manzana,

con el encuentro desnudo del abrazo,
con la luna de día que te espera...

con la lluvia de enero que festeja la caricia inmensa
y el puño que resiste la tristeza...

y así, soñar el porvenir, con tu canto de pueblo
y tu esperanza diaria que me invita

a caminar por la senda de un mundo
que no tenga el destino de las multinacionales…

amorosos (nosotros y los otros)
soñar con ternura la utopía,

el horizonte inmenso de estos versos,
la canción más hermosa de la vida.


Los abrazos y los pájaros *1


Mi corazón es una piedra lanzada en el vacío
Desciende
Alza su brazo
Ella me dice adiós
Como un ahogado

Desnudo de sus ojos
Apoyé mis zapatos sobre la ciudad
Y me senté a escribir estas palabras.
Roberto Santoro



Entorpece la tarde el ladrido de los perros.
Tanto canto de pájaros no tiene precio para mí.
Ellos vienen en bandadas de etéreos versos voladores
y se abrazan a un árbol sin hojas,
pretendiendo adornar la tarde que se duerme
en este catorce de agosto de dos mil catorce,
que espera tu abrazo de ave libre.

Picoteando este poema sanador,
ellos chirrían siempre al mismo horario.
Y siguen pretendiéndome alegrar con sus miradas.
Pero la espera es larga.

El árbol ríe. Lo sé porque recién me guiñó un ojo y me sonrió,
como diciendo: “estamos vivos”.
Con gestos únicos me expresa que esta tarde
es tan solo de nosotros dos.

Yo, mujer. Él, árbol. Unidos los dos. Abrazados los dos.

Y es cierto, yo no elegí este momento, pero siempre está,
caída las seis de la tarde…

De repente son lo que son, están allí, inmensamente bellos.

La muerte y la tristeza de este mundo en conmoción
no tienen permiso para oscurecer la belleza
de este coro inmensurable de pájaros que le cantan al silencio.

A este silencio de vos y tu mirada.
A este abrazo frágil que pesa en el cuerpo
y estremece mi alma con la voz de los pájaros,
esperando nuestro encuentro.

Yo me abrazo a él. Yo lo amo. Árbol fuerte,
que te he querido tanto.

De repente las flores tienen color de pajaritos.

Son como el dibujo o las palabras de un niño.

Y también los pajaritos son como el aroma de las flores.

Y el aroma de las flores y el color de los pajaritos,
se conjugan a las ramas de los árboles.

El manzano aguamelado,
el durazno dormido,
el damasco que canta y les da la bienvenida a las aves
que (como todas las tardes) cantando a viva voz se acomodan
en la calvicie del ciruelo
y se metamorfosean en bellas hojas de distintos colores
para luego adueñarse del siempreverde
que les servirá para dormir en la noche que se acerca.

Tibios, como brasas de sol, soñarán nuestros abrazos.

Los pájaros saben más que nadie eso de esperar y de encontrar.
Eso de buscar y buscar sin perder vuelo.

Sabios son,
digamos
que
me
enseñan.

De golpe están allí: “el zorzal gato”, “el llamador”, “gorriones”,
“pito Juan”, el colibrí y la flor, “el carpintero”
y otros pájaros que cantan y (vaya ignorancia) no sé sus nombres.

Conozco como la palma de mi mano sus olores y colores.
Intuyo sus orígenes y sus identidades.

Por eso a uno lo llamé Roberto,
a otro Luis y al verdecito de pico chato y bien pelado lo llamé Enzo…
Son solo nombres que yo imagino... son solo abrazos postergados.

A vos te llamo picaflor.
Porque sé que te llamás así.
Y que sos pájaro tierno.
Pájaro vivo.
Pájaro cantor.

Pájaro que engendró mi niña y amamantó cinco horas.
Y luego lo robaron los terratenientes de la muerte y el espanto.
En esa oscura época del mundial setenta y ocho; de los lobos,
de los terratenientes de la muerte.

Cuento algunos pájaros y son ciento catorce.
Pero me faltan más.
Quiero la casa llena de abrazos y encuentros con los pájaros.
Ellos (los hermanos del olvido)
no quieren que este verso se convierta en memoria.
Pero este abrazo y este verso vuelan,
van siempre abrazaditos de esperanza.

Cantando una bandada de palabras
que están en la memoria,
mi abrazo no se muere.

Como agua de rocío esas aves nacen,
picotean las verduras de la huerta,
pero yo las dejo.

No tengo más maní ni pan que estas palabras,
que sobrevivieron del huerto de tus ojos,
que algunos llamarán poema
y que yo llamo amor, abrazo y pájaros.


 *1 Poema dedicado a Estela Carlotto, activista argentina de derechos humanos y presidenta de la asociación Abuelas de Plaza de Mayo. El motivo del poema es el reencuentro con Ignacio, su nieto recuperado. 

Poemas extraídos del libro "Poemas Imprescindibles",  
Ediciones Libros de la Calle, 
Luis Vilchez, 
año 2017.

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