Poema dedicado a Sandra Amaya
Vientres
De mujeres se muy poco -casi nada-
empezaré por contarte lo que intuyo:
se de mujeres que trabajan la cosecha diaria
ungidas mariposas con sus senos de miel...
jadeo etéreo de tierra que da a luz
en duros tiempos
-crudos-: de guerra y de dolor...
rosadas manos de seda
o gravemente heridas
eternas buscadoras de un espacio propio
saladas... dulces... frescas: bocaditos de Adanes
¡alas... eternamente alas!
recorren un camino de lluvias y pasiones
envueltas en pañuelos convidan esperanza...
volátiles pociones tan llenas de candor...
un óbelo del libro que señala caminos
de luchas y de marchas
en plazas del dolor...
unidas como manos que aplauden la alegría
comandan las escuelas... hospitales... familias...
incitando al abrazo... al beso... a la nostalgia...
ocróptero angelito de alas amarillas
nacidas y paridas en cuerpos de guitarras
en tiempos de avaricia ellas reparten panes...
son mujeres de tierra
son de agua
y son madres
Poema extraído del libro Poemas de amor para una olla vacía, de Luis Vilchez, Colección Madera y verso, año 2008
Sandrita sin ningún lugar a dudas es una de las cantoras “referente” más populares que representa a nuestro hermoso país. No lo decimos por simple cumplido. Sino que la voz de la gente lo grita en el camino. De ese gesto podemos dar testimonio.
Muchos años de hermandad han pasado. Algunos
recitales en lo barrios de San Luis y de Mendoza. Improvisar poemas hilados a
sus canciones, veros del amor que salían del alma. El desafío de llevar a la
gente de la cultura popular a los teatros que jamás pensaron podían convidar su
arte. Divertirnos y conmovernos compartiendo nuestra pasión por la música y la
poesía. Uno que otro asado, rodeados de guitarras y lunas de cobre.
Desde
que escuche por primera vez en un CD la música ventosa de la Amaya , sentí que el camino
nos juntaría en un cerrar y abrir de ojos. Y así fue. Ahora tenemos proyectos
en común, editar muy pronto su libro de poesías, donde relata también el por
qué y el para qué de cada texto y adherirle los acordes para que la gente pueda
cantar su abrazo inmensurable en forma de susurro al universo.
Sandra Amaya, otra integrante de la Revista Cultural
Latinoamericana (Guturalmente hablando) El Viento. Sandra Amaya, otro canto del
viento.
Obra
de Sandra Amaya
Mujeres
del mundo
Este poema lo escribí cuando se organizó el
último Encuentro Nacional de Mujeres en Mendoza
Mujeres del mundo no se
desesperen,
busquen su destino, alcen bien sus frentes,
desanden caminos que las confundieron,
recorran senderos de colores nuevos,
vuelquen lo que saben en cántaros de vida
y renazcan siempre con sabiduría… con sabiduría.
Mujeres de leche, mujeres nativas,
mujeres del llano, mujeres andinas,
jóvenes, adultas, abuelas y niñas,
fuerza es lo que sobra, si estamos unidas.
Caminen erguidas, así las escuchan,
no bajen las manos, sigan con la lucha,
suenen bien sus voces, digan lo que piensan,
mujeres del mundo, griten su presencia.
soy mujer andina, soy mujer cantora,
me sumo al esfuerzo, mujeres de ahora…mujeres de ahora.
Mujeres de leche, mujeres nativas,
mujeres del llano, mujeres andinas,
jóvenes, adultas, abuelas y niñas,
fuerza es lo que sobra si estamos unidas…
fuerza es lo que sobra si estamos unidas…
fuerza es lo que sobra si estamos unidas…
busquen su destino, alcen bien sus frentes,
desanden caminos que las confundieron,
recorran senderos de colores nuevos,
vuelquen lo que saben en cántaros de vida
y renazcan siempre con sabiduría… con sabiduría.
Mujeres de leche, mujeres nativas,
mujeres del llano, mujeres andinas,
jóvenes, adultas, abuelas y niñas,
fuerza es lo que sobra, si estamos unidas.
Caminen erguidas, así las escuchan,
no bajen las manos, sigan con la lucha,
suenen bien sus voces, digan lo que piensan,
mujeres del mundo, griten su presencia.
soy mujer andina, soy mujer cantora,
me sumo al esfuerzo, mujeres de ahora…mujeres de ahora.
Mujeres de leche, mujeres nativas,
mujeres del llano, mujeres andinas,
jóvenes, adultas, abuelas y niñas,
fuerza es lo que sobra si estamos unidas…
fuerza es lo que sobra si estamos unidas…
fuerza es lo que sobra si estamos unidas…
Caluyo del desierto
Llové cielito… llové!!
Sin dudas,
éste fue un tema que salió como un suspiro.
Fue suficiente
pararme en el paisaje lagunero, empezar a derretirme en él hasta sentirme
algarrobo, chañar, río, ave, silencio, cielo, monte, chuña, viento…
Nada puede
igualarse a esta sensación de libertad en medio de un silencio que a pesar de
ser profundo, pudo dejarme escuchar los propios latidos.
Una invitación
al Baile de San Vicente a fin de los 90, cuando las sequías se habían hecho
sentir, dejando un paisaje pálido, me enseñó una de las lecciones más difíciles
de la existencia… creer en mí y
comprenderme como parte de un todo.
Las
poblaciones más antiguas de lo que hoy es Mendoza, hacían esta ceremonia para
el Dios de la lluvia, y las danzas eran circulares, colectivas.
Se convocaban
para danzar hasta que lloviera, como lo hacían para otros acontecimientos de la
comunidad, como la siembra o la cosecha.
Después de la
conquista, la iglesia católica le dio a San Vicente la responsabilidad de acercar la lluvia a las
lagunas y a todos los lugares secos de este territorio. Los lugareños lo
aceptaron, pero no se llevan muy bien con él cuando no trae agua. Entonces, me
han contado que, cuando no llueve, lo ponen con “las patitas pa’ arriba”, o lo
meten en una aguada seca, hasta el cuello, para que no sea haragán, y no se
olvide de ellos.
Desde
siempre y hasta hoy, los bailes se
repiten de noviembre de un año, hasta marzo o abril del siguiente.
Esta ceremonia
se hace fuera del hogar. Si se quiere saber más de ella, va a tener que esperar
que algún lugareño lo invite.
Uno de los
promesantes me decía: “Hay que bailar con fe para que llueva, si no, no
llueve”.
Me pregunté
por qué invocaban lluvia con esta ceremonia. Y claro… después de la lluvia, la
vida… Los pastos pasan del gris al verde, las aguas estancas ascienden de
charcos a lagunas. Los peces empiezan a multiplicarse. El índice de mortalidad
caprina por sed, disminuye notablemente, y hay alimento… y hay trabajo... y hay
dignidad.
Así que tomé
coraje y bailé varias cuecas con mucha fe… mucha, es decir, creyendo
fuertemente que bailando con ganas y convencida de que iba a llover, provocaría
lluvia, junto a todos los que hacían lo mismo.
Y el cielo nos
humedeció el alma…
Caluyo
del desierto. (Caluyo)
Semillita
de chañar,
semillita
de algarroba,
tomate
el tiempo preciso
pa’ver
tu fruta madura.
Viajera
nube del campo,
no
pasés moviendo arenas,
bajate
en gotitas frescas
que
no se quede la seca.
San
Vicente aquí en el monte
del
desierto lagunero
tiene
vinos, tiene velas,
cuequeros
y guitarreros.
Estribillo
Llové
cielito, llové,
humedecenos
el alma,
así
no se muere el choique,
las
chuñas, ni las iguanas,
llové
cielito, llové!
Cólpicho
rojo y pachango,
albaricoque
y tunal,
emponchados
de rocío
ríen
en el arenal.
Lunita
ponete opaca,
para
saber que viene agua,
y
en el río se reflejen
los
ojos de la majada.
San
Vicente aquí en el monte
del
desierto lagunero
tiene
vinos, tiene velas,
cuequeros
y guitarreros.
Estribillo
Llové
cielito, llové,
humedecenos
el alma,
para
que crezca el junquillo,
la
jarilla, la retama,
llové
cielito, llové!!
Arena
y junquillo.
Por
eso me voy quedando!
Caminar entre
los médanos, sentir el viento jugar entre los poros de la piel, ser pájaro y
arena, ser guagüicha y junco, ser laguna y cielo en una sola mancha celeste.
Cómo no iba a querer quedarme? … Siempre…
Y andaba por
las huellas de las cabras, cantando fuerte, con gusto. A lo mejor el paisaje,
como parte del público, se unía a mi
voz, o al revés, mi voz se sumaba de a poco a los sonidos del paisaje, y era
parte del todo. Me perdía entre el monte y el sol, entre el agua y las
estrellas. Canté de noche y canté de día. Canté cuando el sol daba fuerte en el
rostro, canté cuando el frío me entumecía la lengua, y canté cuando la lluvia
nos inundaba las camas. Canté cuando faltaba el agua y cuando corté junquillo.
Y de tanto cantar, aprendí a hacer silencio, y a escuchar el tiempo lagunero.
Escuché los
pasos animales, los pasos humanos, el vuelo de las aves, el andar del agua en
el río, la risa de los niños, las voces de las mujeres buscando leña, la
ternura de los abuelos, el quejido de
los algarrobos viejos, el grito de las cabras, el trote de los caballos, la
bulla del fuego, el viento entre los chañares, el cacareo de las gallinas, el
grito de las vizcachas, el silencio de la noche, la presencia de lo salvaje.
Escuché…
Canté solita
por los grandes medanales. Y mi voz retumbaba en el cielo y en la tierra. Y la
uní con el viento. Qué placer!! Los dos. Cantando, viviendo la cotidianidad. Y
yo invisible, como en dos tiempos paralelos.
Los originarios antes. Los originarios ahora. Y yo, aprendiendo.
Me encontré
con muchas retamas y de lejos sabía que estaban, por el perfume dulzón que
tiran sus amarillas flores. Desde que conocí la retama, yo quisiera ser una de
esas florcitas amarillas.
Y caminando y
conversando, conocí gente de la zona que mostraba sus ganas de hacerse
escuchar, de decir ¡Estamos vivos!!! Somos nativos!!!
“A dónde están
esos hombres… solitos con su silencio, hay que juntarse toditos…” “Son el
corazón del valle, mujeres de piel oscura, son fuerza y coraje… hijas del sol y
la luna”.
Y el tiempo se
hacía infinito. No podía ajustarse al tiempo citadino. Imposible!! En el secano,
el tiempo hace trampas. Cuando en la ciudad todo parece tan terriblemente
apurado, en el secano, el tiempo juega con el aire, y todo lleva su propio
ritmo. Él espera, simplemente… espera que todo lo que tiene que suceder,
suceda.
Ya me voy
muriendo e’ vieja!! Que la vida no me deja! Me anduvo haciendo el favor, pa
cantar las coplas éstas.
Y soy cuerpo
de arena… Y soy alma de junco. Por eso me voy quedando, hasta mi partida.
Arena
y juquillo
Ando cantando solita, arena y junco,
por los grandes medanales, ay ando, ay
ando.
quién pudiera ser bracita,
para quemarme los males.
Quien pudiera comprender, arena y junco,
lo que dice la retama, ay ando, ay ando.
cuando su flor de oro puro,
su perfume desparrama
A dónde están esos hombres, arena y junco,
solitos con su silencio, ay...
hay que juntarse toditos ,
que no los calle el desierto.
Son el corazón del valle, arena...
mujeres de piel oscura, ay...
son la fuerza y el coraje,
hijas del sol y la luna.
Ya me ando muriendo e’vieja, arena...
que la vida no me deja, ay...
dice que me hace el favor...
pa’ cantar las coplas estas.
Cuerpito de arena, alma de junco,
ay ando, ay ando... me voy quedando,
soy gota de sangre en mis hijitos,
por
eso me voy, me voy quedando.
Con
mi caja
Eso
nadie me lo quita, eso yo lo hei de cantar!
Nadie me lo ha de quitar!!!
Esa fue la sensación cuando vi en un
documental, a una chola sentada en la tierra, mirando a lo lejos todo un
territorio que se mostraba ante sus ojos. La imagen la mostraba levantándose
lentamente y caminando hacia el lado opuesto a donde estaba mirando. Su rostro
tenía mucho dolor, resignación, pena,
tristeza, no sé con cuál de estos sentimientos quedarme para definir lo que su
mirada me produjo.
Por un momento pensé que ese territorio,
alguna vez, estuvo ocupado por sus ancestros, su familia, sus abuelos y los
abuelos de otros como ella, que para estar en un espacio, simplemente pedían
permiso a la Madre
Tierra. Esos abuelos
que fueron desplazados por papeles que decían que esos territorios empezaban a
tener dueños y que esos dueños no reconocían la pre-existencia de esos abuelos
con toda su familia.
Territorios que dejaron de serlo para
convertirse en terrenos, con límites marcados por alambrados, escriturados a
favor del poder político y social que se imponía con la conquista y hasta la
actualidad.
Cuando vi a esta chola, con su sombrero
marcando la sombra en su rostro, pude escuchar su voz, multiplicada por miles o
millones, retumbando en mi conciencia.
Cómo se puede ser indiferente a esta escena? Se puede? No, no y no… No
se debe mirar hacia otro lado!
En ese momento quedaron guardados muchos
sentimientos que golpearon por acá y por allá dentro de mí, hasta que escribí este tema, donde me
sentí parte, donde tomé el lugar de esa mujer para decir apenas algo de lo que
ella pensaría mientras miraba. Y usé la chicha como recurso para desinhibir al
alma y dejarla hablar sin pelos en la lengua.
Hoy, muchos pueblos originarios de
Sudamérica, están levantando su voz para ser escuchados. Hoy algunos pueblos
están recuperando sus tierras, mientras otros, todavía siguen pagando con vidas
la recuperación de sus derechos como habitantes del planeta, como portadores de
un conocimiento que espera ser escuchado, como semillar de sabiduría que espera
ser re- sembrado.
Lo que tengo en mi memoria, en mi alma… nadie me lo ha de quitar!
¡Eso, yo lo hei de cantar!
¡Eso, yo lo hei de cantar!
¡Nadie me lo ha de quitar!
Con
mi caja
(Coplas)
Con mi caja me acompaño
con mi caja yo hei de estar,
con mi caja yo me macho
machadita hei de cantar.
Ay! no sé ni lo que digo
mi alma quiere conversar,
machadita con la chicha
se le escapa la verdad.
Con mi caja me acompaño
con mi caja yo hei de estar,
metidita entre los montes
buscando mi libertad.
Lo que tengo en mi memoria
lo que mi alma ha de llevar,
eso nadie me lo quitar
eso yo lo hei de cantar,
nadie me lo ha de quitar.
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